miércoles, agosto 03, 2005

Mejor iniciar con otras voces. Afinar la propia.


Ícaro

A menudo he repetido las palabras de los sabios,
que toda felicidad humana se paga y que es mejor,
libre y fuerte, en la paz inmóvil de los Dioses,
contemplar la vida a sus pies, desde la orilla tranquila de las playas.

Pero ahora, el abismo fascinó mis ojos;
quisiera, como Ícaro, sobre las nubes, lanzarme
hacia la zona de llama donde germinan las tormentas,
y morir cuando hubiera visto los cielos.

Ya sé, ya sé todo lo que ustedes me han dicho,
pero la visión santa está allí; quiero entender
mi sueño y, bajo el cielo asir el deseo,

enfrentar la sed ardiente, las fiebres malditas
y los remordimientos sin fin, por esta felicidad de un día,
el divino, el infinito, insaciable amor.

Icare

J’ai souvent répété les paroles des sages,
Que tout bonheur humain se paye et qu’il vaut mieux,
Libre et fort, dans la paix immobile des Dieux,
Voir la vie à ses pieds, du bord calme des plages.

Mais maintenant, l’abîme a fasciné mes yeux ;
Je voudrais, comme Icare, au-dessus des nuages,
Vers la zone de flamme où germent les orages
M’élancer, et mourir quand j’aurai vu les cieux.

Je sais, je sais déjà tout ce que vous me dites,
Mais la vision sainte est là ; je veux saisir
Mon rêve et, sous le ciel embrasé du désir,

Braver la soif ardente et les fièvres maudites
Et les remords sans fin, pour ce bonheur d’un jour,
Le divin, l’infini, l’insatiable amour.

[Louis MENARD (1822-1901), Rêveries d’un païen mystique, 1876.]

Un salto así, de esta naturaleza, genera temores (para uno mismo), expectativas (para algunos hipotéticos lectores), y suspicacias (para ambas partes). Ícaro, como cada personaje en la trama griega, no era dueño de su destino. Una mano ajena, literando, fue tejiendo el curso de cada uno de sus pasos, la trayectoría de cada una de sus caídas, hasta la final, la que selló su nombre en la memoria. Compartiendo la condena de su padre, no fue capaz de compartir su escape. No fue él, el inventor que despertó suspicacias, miedos, ni el arquitecto del laberinto y, sin embargo, fue el torpe destinatario de la tragedia.

El abismo está frente a mí. El salto se antoja fácil. Un sólo paso y ya está.

¿Mas traducciónes? ¿Que tal una por día? Busquen a Justes.

¿Quieren culpables por este exabrupto? Reclámenle a ellos:

Recuerdos Inútiles

The Art of Fiction

Don Salvador

El verdadero dúo dinámico

Benjamín Valdivia

2 comentarios:

edilberto aldan dijo...

Mi queridísimo Luis
Bienvenido sea, por adelantado me relamo los bigotes por los post que vendrán.
Sin duda, la puesta en marcha ha sido un signo de que las cosas se van a componer en mi día, hoy que hasta la enfermera suculenta se podría burlar de mi: con la computadora descompuesta por la noche y por la mañana perdido en un poblado a varios kilómetros de mi destino (es increíble lo mucho que avanza el camión cuando uno se queda dormido).
Como siempre, un abrazo.

Justes dijo...

Welcome.