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En una ciudad que no es la suya un hombre va lamentando su rosario de pequeñas derrotas. Ninguna es lo suficientemente grande para dignificarlo, ninguna tan pequeña como para absolverlo. Y entre las cuentas de ese rosario (unas maritales, otras profesionales, otras filiales) una en particular con la marca de la amistad labrada en ella.
Sabe que gusta de Pessoa, sabe de su pasión por el mito. Monta la ofrenda en un barco, de esos en miniatura que pacientemente se construyen dentro de una botella. Arroja la botella al mar. El mensaje navega hasta su destino.
Feliz cumpleaños, varios días después.
1 comentario:
Mil gracias, tus palabras siempre hacen falta y siempre son bien recibidas.
Un abrazo
R
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