martes, octubre 04, 2005

Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.


Novelas y más novelas. Más de cien lugares, nunca el terruño. La muerte de El Albacea (sí, con mayúsculas). Montañas, pinos y Hélène a contra luz de un fuego sólo para nosotros. Moving Units, Madeleine Peyroux, Seu Jorge, Lou Reed, Bach, Bowie, Peter Gabriel, de nuevo Bach, mucho Bach, más cello que piano. Legiones y proyectos. Fracasos anticipados. Stress en dósis dignas del mismísimo Hendrix, sin salto al vacío. Filmes que no he podido ver. Filmes que siempre quise ver. Trabajo, trabajo, trabajo. Revelaciones, victorias e intentos de rendiciones...

Ahora que me siento a una fracción de segundo (segundos que se estiran, siempre se estiran) del retorno, me ataca la tentación de querer contarlo todo y de golpe. Sé que no es inteligente ni justo, y no lo haré.

Valga decir que estoy de vuelta; y que regalo dos canciones mitad como suplica y explicación a mis potenciales lectores, mitad para hacer promoción a Tontxu y Kevin Johansen, dos cantautores de distintas latitudes, de medianos vuelos, pero que merecen mayor difusión de la que actualmente gozan.

Intuyo el regreso. Estoy presto a sacar a los pretendintes a patadas del hogar. Mi fiel perro, el portero entre los cerdos...¿me reconoceran?

3 comentarios:

edilberto aldan dijo...

Una de las maldiciones del retorno es precisamente la tentación de contarlo todo, de una vez por todas... maldición porque entonces se comienza a buscar el hilo preciso para atrapar al otro y con la madeja en la mano se duda, ¿qué es lo relevante, que importa al otro, qué le conmueve, que le dirá algo?... Y mientras la duda lo es todo, uno mira la madeja que crece y crece.

Acerca de los pretendientes, nada de patadas, nada como un concurso de tiro a puertas cerradas.
Bienvenido

Justes dijo...

¿Y telémaco? ¿es esto el anuncio subrepticio de una noticia o olvidaste esa parte de la historia?

preFilósofo dijo...

Esta sabrosa narración se disfruta cuando pienso en que me topé con dos Odiseos, cuando recuerdo en el puerto expuesto de la plaza como esperábamos que Ifigenia apareciera y nos convocara a nuestras respectivas travesías.

Vale, te reconozco y me alegra pensar que pronto regresas, pero recuerda que es mejor que no apresures el regreso.

Un abrazo de un marinero que lucha por dejar de ser un cerdo hechizado.