jueves, octubre 13, 2005

Trozos de historia, oídos al pasar



Fingir que eres un músico excelente, aquél que toca la clave exacta entre un compás y el siguiente. Perderte en la cadencia y hacer que todo el mundo se sienta atado a la ruta que siguen las notas de un lenguaje que sólo tú conoces, que no piensas compartir del todo con nadie.

Quizás darles sólo lo justo para que se sientan parte de algo, para que vayan tejiendo mensajes que no comparten contigo, pero ellos no lo saben.

No. Ellos no lo saben.

Ellos se siente parte de algo, los ves haciéndote guiños entre un verso y otro, como diciendo “Sí, yo lo comprendo, yo sé como te sientes cuando cantas eso, entendí exactamente lo que dijiste cuando dejaste ese espacio en blanco, ese silencio que todos los demás, tontos, perdieron…”

Fingir que eres un músico excelente. Que tú mismo lo creas del todo, que escribes partituras con puntos esparcidos caóticamente por todo el pentagrama, campo de juegos de un deporte prohibido del que nadie entiende enteramente las reglas. Fingir que estás escribiendo y que te importa.

martes, octubre 11, 2005

Intentos Fallidos



Ars Narrativa (Cero)

Viajar con una novela a cuestas. Escribirla de vagón en vagón ,

pulirla entre una estación y otra, los guardas de estación suelen
ser los mejores correctores de estilo. Al llegar a tu destino (el final
de la novela) abandonarla en aquél banco: el más lejano y oculto
en la estación, para ser descubierta por otro pasajero en tránsito.

viernes, octubre 07, 2005

Sucursal Babel


Ni Elliotinanos ni Whitmanianos. Mejor Thomasianos.
(Y que inicie octubre. Uno de mis meses favoritos.)

Especialmente cuando el viento de octubre
castiga mis cabellos con gélidos dedos
cautivo de un sol deslizante, camino sobre el fuego
y proyecto un sombrío gruñido sobre la tierra,
por la costa, oyendo el ruido de pájaros
oyendo la tos del cuervo en invernales punzadas,
mi ocupado corazón que se estremece al hablar ella
derrama la silábica sangre y drena sus palabras.

Encerrado, también, en una torre de palabras, marco
En el horizonte andando como los árboles
Las parlanchinas formas de mujeres, y las filas
De niños de estrellados gestos en el parque.
Algunos me dejan hacerte de las vocalizadas hayas,
algunos, de las voces de roble, desde las raíces
de muchos, un espinoso prado te dice notas,
algunos me dejan hacerte de los discursos del agua.

Tras una maceta de helechos, el oscilante reloj
Me dice la palabra de la hora, el significado neural
Vuela sobre el disco, declama la mañana
Y cuenta el clima ventoso en la veleta.
Algunos me dejan hacerte de las signos de los prados
El pasto señal que me dice todo lo que sé
Rompe con el invierno agusanado a través del ojo
Algunos me dejan decirte de los pecados del cuervo.

Especialmente cuando el viento de octubre
(alguno me dejan hacerte de hechizos otoñales,
el de arácnida lengua y las vociferantes colinas de Gales)
con puños de nabos castiga la tierra,
algunos me dejan hacerte de las descorazonadas palabras.
El corazón esta drenado, deletreando en el escurrir
de sangre química, advertido de la furia que llega.
Por la orilla del mar escucha a las aves de oscuras vocales.


Especially when the October wind
With frosty fingers punishes my hair,
Caught by the crabbing sun I walk on fire
And cast a shadow crab upon the land,
By the sea's side, hearing the noise of birds,
Hearing the raven cough in winter sticks,
My busy heart who shudders as she talks
Sheds the syllabic blood and drains her words.

Shut, too, in a tower of words, I mark
On the horizon walking like the trees
The wordy shapes of women, and the rows
Of the star-gestured children in the park.
Some let me make you of the vowelled beeches,
Some of the oaken voices, from the roots
Of many a thorny shire tell you notes,
Some let me make you of the water's speeches.

Behind a pot of ferns the wagging clock
Tells me the hour's word, the neural meaning
Flies on the shafted disk, declaims the morning
And tells the windy weather in the cock.
Some let me make you of the meadow's signs;
The signal grass that tells me all I know
Breaks with the wormy winter through the eye.
Some let me tell you of the raven's sins.

Especially when the October wind
(Some let me make you of autumnal spells,
The spider-tongued, and the loud hill of Wales)
With fists of turnips punishes the land,
Some let me make you of the heartless words.
The heart is drained that, spelling in the scurry
Of chemic blood, warned of the coming fury.
By the sea's side hear the dark-vowelled birds.

martes, octubre 04, 2005

Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.


Novelas y más novelas. Más de cien lugares, nunca el terruño. La muerte de El Albacea (sí, con mayúsculas). Montañas, pinos y Hélène a contra luz de un fuego sólo para nosotros. Moving Units, Madeleine Peyroux, Seu Jorge, Lou Reed, Bach, Bowie, Peter Gabriel, de nuevo Bach, mucho Bach, más cello que piano. Legiones y proyectos. Fracasos anticipados. Stress en dósis dignas del mismísimo Hendrix, sin salto al vacío. Filmes que no he podido ver. Filmes que siempre quise ver. Trabajo, trabajo, trabajo. Revelaciones, victorias e intentos de rendiciones...

Ahora que me siento a una fracción de segundo (segundos que se estiran, siempre se estiran) del retorno, me ataca la tentación de querer contarlo todo y de golpe. Sé que no es inteligente ni justo, y no lo haré.

Valga decir que estoy de vuelta; y que regalo dos canciones mitad como suplica y explicación a mis potenciales lectores, mitad para hacer promoción a Tontxu y Kevin Johansen, dos cantautores de distintas latitudes, de medianos vuelos, pero que merecen mayor difusión de la que actualmente gozan.

Intuyo el regreso. Estoy presto a sacar a los pretendintes a patadas del hogar. Mi fiel perro, el portero entre los cerdos...¿me reconoceran?

Intentos Fallidos

Rutas

Esta mañana, al querer impedir ese trayecto diario tuyo de la puerta al mundo, del mundo a la región en dónde tu memoria no bebe de mis voces, quise decir: quédate.

En vez de eso, até un trozo de caucho en torno a un pan y con tierra y lágrimas lo puse en una caja pequeña bajo tu almohada.

Ahora miro tu rostro mientras duermes, creyendo distinguir en cada aliento que se escapa de tu boca, la semilla de un reproche nunca dicho (contra esa puerta y tu mundo, contra esa muda región de mis lamentos) haciendo tierra fértil de tu voz.
Mañana me dirás con un odio extraño antes de irte: ¿Por qué siempre te quedas?