domingo, octubre 19, 2008

A los “tas” desde los “tes”.


Uno llega a los treinta como el que ha viajado de noche en un autobús de ruta. De Aguascalientes al Distrito Federal. De Monterrey a Aguascalientes. De Maravatío a Toluca. De Buenos Aires a Bariloche. Algo en el cambio de ritmo te hace reaccionar y preguntarte en dónde estás. El amanecer que entra en ruidos lentos y luz difusa, por unas ventanas increíblemente frías. La modorra que llena tu cabeza y ata tus miembros en una torpeza cubierta de hormigueos, confunde los rostros del sueño con los que están a tu alrededor. No sientes un peligro inminente pero tampoco puedes decir que la seguridad te inunda. Has llegado a un sitio que no es del todo extraño, puede que incluso tengas un propósito al llegar a tal lugar; con toda seguridad, si pudieras despejarte lo suficiente, algo de agua en el rostro, aplacar el cabello que ahora, dolorosa certeza, es nido de buitres que se alza sobre tu testa, si pudieras en fin recuperar el control, la conciencia, sabrías los detalles de la cita que te aguarda, de la misión que te ha traído hasta aquí.

Sí, tu has llegado aquí para algo: tienes un nombre y una agenda, tienes sentido y prisa, un origen que no recuerdas en su totalidad y un destino que adivinas entre las lagañas y la tortura de una pantorrilla que sigue presa del ardor que le inflingen al unísono un ejercito de hipodérmicas e imaginarias hormigas.


Y resulta ser que uno no es en realidad más viejo, ni más guapo; no es más sabio, ni más noble; no es más lento ni más débil. Pero algo cambia en la mirada que nos devuelve el tipo simpático del espejo.

Pero algo queda. Restos del naufragio. Pírricas victorias, que en el fondo no son tales, siempre en perspectiva, siempre a través del favorecedor cristal que cargamos en el bolsillo trasero, remedio ante paisajes inhóspitos. Me descubro con amigos y con canas. Con amor y con pecados. Con intentos y fracasos. Con un caudal de letras que me dicen que ahora es cuando. Me queda acaso la certeza de ser un poco menos soberbio al reconocer el rosario de errores que he cometido con los años. La esperanza de ser un poco menos ingenuo como para no creer que pueda evitar cometerlos de nuevo.

P. D. ¡Ah, tengo tambien un Batman Bad Ass regalo de Laurita y mi sensei Aldán! Así que cui-da-di-to.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No dudo de la badassez de su Batman. Pero confío en el Hulk de bolsillo, que ellos me regalaron.

Anónimo dijo...

se te quiere bicho del mal como no tinenes idea ... gracias por recordarme como saborear los 30