Literature Poisoning
(para Edilberto, otro cumpleaños)
Enfrentarse a una ciudad impuesta como el que la va narrando línea a línea. Descubrir que cada obstáculo no es más que el giro de tuerca que su propia ficción le impone como un reto para idear un desenlace más, la solución que alargará la sonrisa en el rostro de su lector. Descubrir las felicidades ínfimas de lo cotidiano como el premio que se obsequia al que persevera en su empeño de dar vuelta a las páginas de ésta, su obra. Confiar en el poder supremo de la escritura constante, la que se crea con cada paso y cada vuelta de esquina. Porque escribir no es más que plasmar de alguna forma esa sucesión de decisiones, ni acertadas ni erróneas, sino las precisas para mantener el ritmo de una historia que valga la pena compartir.
Sus amigos, personajes. El amor, un recurso de estilo. Los pecados, los errores: pequeños artilugios del oficio; trucos justos para levantar el interés y lograr que no pueda cerrarse el libro.
Escribir, vivir; reflexionar sobre los actos, corregir lo escrito. Revalorar cada evento, cada gesto en derredor, como el que encuentra la pista que ha de enriquecer el hecho, que ha de cimentar esa complicidad que brinda la lectura. La lectura, esa forma nunca dócil de amistad. Saber, sí, que está intoxicado de literatura, y entregarse de lleno al delicado sabor de ese veneno.
martes, octubre 21, 2008
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