jueves, noviembre 13, 2008

Bertha

Resulta ser que el ímpetu, la audacia, la vocación de Atlas, el desfacer entuertos, aceitar las poleas, los invisibles cables de la obtusa maquinaria que es una familia; resulta ser que todo esto se lo tragó un puntillo que obscuro fue creciendo desde el centro de tu cuerpo, creciendo, creciendo, creciendo, torpe y necio punto, hasta llenar de un denso desvelo nuestras almas.

Lija tosca de células absurdas, predadoras, adelgazándote de dentro hacia afuera, hasta que sólo fuiste piel compresa por el aire desde todas direcciones, hasta que en tu interior no quedó más espacio que para una mesa pequeña ante la cual la muerte se sentaba a charlar despacio, como sólo charlan los amigos, con ese Dios al que de niña, quisiste hacer tu novio.

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