El término que busco es “Tabloid Talk Show” y el referente en Latinoamérica es, sin lugar a dudas el programa televiso llamado “Laura de América”. La mecánica: mostrar al auditorio una colección de desgracias ajenas, por medio de la exhibición humillante ante las cámaras y el público de los involucrados en dichas tragedias cotidianas.
No se analiza la infidelidad. No se discute el estado de los valores en la sociedad. No se habla sobre la pobreza y la marginación. No. Aquí le pegamos al raboverde de Pancho. Nos lamentamos por la ligereza de cascos de María. Y nos espantamos el tiempo necesario, ante la realidad del único cuarto en el que duerme Pedro, su esposa Juana y las cinco hijas adolescentes de ambos, con las que Pedro no tiene particular interés en establecer diferencias en cuanto a placeres carnales. La solución a todos estos dramas (además de los golpes que acaban propinándose entre todos, los cuales, estoy convencido, deben tener un efecto terapéutico importante) se reducía invariablemente a obsequiar a los desdichados un carrito sandwichero y un curso de computación en el CNCI, lo que llenaba sus ojos de esperanza y una convicción clara de enmendar el rumbo. La magia de la televisión.
¿Qué ocurría pasado un mes? Bueno, lo más probable es que la señora volviera a liarse con el panadero, que la hija siguiera prostituyéndose por drogas, y que el niño de 14 años siguiera siendo el amante en turno del estilista homosexual de la esquina. El carrito sandwichero habría sido empeñado con toda seguridad para ir a comprarse una nueva televisión en la tienda Elektra más cercana y el curso de computación sería abandonado tras la segunda clase al averiguar que las hojas de cálculo de Excel no se enrollan para hacer cigarros.
En Aguascalientes, es bien sabido, tenemos una debilidad por el rumor, mientras más sangriento mejor. De ahí que la publicación más leída en el estado sea el semanario “Tribuna Libre” (edición con dos colores, azul y rojo, faltaba más). Es triste que no tengamos una debilidad igual por el humor.
El escozor ya se ha extendido. A estas alturas me pregunto si es de utilidad hacer una reseña breve de lo ocurrido. Los detalles los pueden encontrar en México Kafkiano (www.mexicokafkiano.com) sitio interesante pero ilegible, pues exige lectores comprometidos cuyo ejercicio intelectual inicia al descifrar el acomodo caótico de los textos en su página web. Detalles adicionales sobre la trama pueden encontrar en la bitácora de Edilberto Aldán (www.recuerdoinutiles.blogspot.com) y en las ediciones más recientes del diario La Jornada Aguascalientes (www.lajornadaaguascalientes.com.mx).
Baste decir que los Praga Boy llegaron, y que este pueblo SÍ es lo suficientemente grande para que quepan ellos, el Zombie del Altiplano, el MatC, y todo grupo que quiera tener su piedra en este literaguastiangüis cultural.
Sirva también decir que dicho comando parece estar bien entrenado y que vienen fuertemente armados. El autor local que recibía comentarios sobre su obra (si es que tenía la suerte de que alguien comentara sobre su obra) estaba acostumbrado a lidiar con conceptos como: “búsqueda del lenguaje”, “personajes sólidos” (o etéreos, según conviniera al comentador o al comentado), “apuestas por encontrar una voz propia”, y otros parecidos que venían a decir más o menos lo mismo: nada. Ahora, los tiempos han cambiado, y con la llegada de los Praga Boys, el autor local deberá aprender a enfrentarse a términos como “Dramatis Personae”, “idiolecto”, “isotopías del texto”, o verdaderos manjares para el intelecto crítico como “umbral […] tributario a un dialecto lírico rulfiano”. Ábranla, que llevan balas… semióticas.
El ZAP Affaire ha logrado más en un par de semanas, que cualquier otro acontecimiento literario de nuestro estado en más de cinco años (claro, no es que haya habido un verdadero acontecimiento literario durante ese periodo… tampoco estoy diciendo que el ZAP Affaire sea un acontecimiento literario en sí). No estoy hablando en términos de ruido, de atención de medios virtuales e impresos, de comidilla de pasillo institucional. Las páginas en torno al tema van lenta, pero consistentemente aumentando. Las preguntas se formulan y las opiniones se dividen, que en mi opinión es el mejor elogio que una obra puede merecer. En cuanto a nosotros, promesas oxidadas, glorias en la banca, nos revolvemos inquietos. Algunos (siempre habemos tontos temerarios) queremos ser el siguiente blanco. Otros desconfían de la empresa y la cuestionan, afilando flechas, que no sabemos si serán disparadas. Lo más importante es que estamos leyendo y estamos escribiendo. Eso siempre es plausible. Y el mérito es de ellos, los universitarios kafkianos.
Pero dichas opiniones dividas, si bien las ponderaba en el párrafo anterior como un elogio, pueden tomar rumbos equivocados: el aire caliente que generen puede hacer ondear banderas de causas erróneas o elevar, cual globos aerostáticos, un puñado de egos. De no cuidarse, esto podría ocasionar que un ejercicio que se adivinaba fresco, pudiera ser el nuevo episodio del “Tabloid Talk Show” literario y cultural que de vez en vez inunda los espacios públicos de nuestra ciudad. Se perderá de vista la importancia de revisitar nuestro quehacer literario para discutir quien tiene la antología más grande. Perderemos de vista la ausencia de nuestras voces en el panorama nacional para jalarnos el pelo diciendo que yo publico en más medios locales que tú. Al final, nos enviarán a casa, llevando bajo el brazo nuestro foldersote bienmuchero y el vale para un curso de iniciación literaria en el CIELA. Y dentro de un mes nos reuniremos en un café con la única diferencia de que ya tendremos una perla más para desempolvar y exhibir sobre la mesa: ¿recuerdas la que se armó cuando esos muchachos retomaron lo del Zombie del Altiplano?
Parafraseando a Joseph Carey Merrick: ¡No soy un chiste! ¡Soy una etiqueta! ¡La obra de un autor local!
¡No soy un monstruo!
¡Soy un ser humano!
¡Un hombre!
El hombre elefante,
dirigida por David Lynch
La conversación que inicia ya arroja algunas confusiones que exigen ser acotadas. La mayor de ellas es entregarse a pensar que el denominativo de Zombie se aplica a un autor o grupo de autores originarios o radicados en el Estado. Al acuñar el término Edilberto Aldán fue claro en ese aspecto: el apelativo se refería obra, al quehacer literario. Al inexistente papel que ocupa la literatura de (¿desde, sobre, para, con, por, tras…?) Aguascalientes en el panorama literario nacional. A nuestro afán por deambular arrastrando nuestras viejas glorias y habernos negado a seguir participando en el dialogo de las letras nacionales (ya no digamos internacionales). Cuentan los que estuvieron presentes aquél día, que la broma no fue bien tomada, pero no generó mayor reacción en su momento. Al parecer, siempre hemos tenido una capacidad de reacción más bien lenta para este tipo de situaciones, y el chiste viene cobrando relevancia a casi dos años de haber sido contado.
En efecto, en la confusión, y negándose rotundamente a ser calificados como Zombies (lo cual no debe verse nada bien en un curriculum para el FONCA o cualquier otro tipo de estímulo a la creación), algunas voces se alzaron clamando que “Zombie del Altiplano” no era ninguna guía, sino un chiste.
Edilberto Aldán, que nunca deja pasar una oportunidad para dejar registro de que puede ser gracioso, ha respondido al comentario argumentando que, en efecto, se trataba de un chiste, el cual aún defiende y reitera. Renovado clamor de voces en contra. Caemos entonces en una escena de los Looney Tunes, en las que los personajes cambian alternativamente un letrero gritando contundentes: ¡Chiste! ¡Guía! ¡Chiste! ¡Guía! ¡Chiste! ¡Chiste!
De esta forma nos convertimos en personajes de una fábula de Iriarte, discutiendo cual conejos a la fuga si la jauría que se nos viene encima se integra por galgos o por podencos. De mantener la discusión por ese derrotero, lo más probable es que éste nuevo quehacer acabe siendo mordido por el temible monstruo, se infecte del aciago virus y comience también a vagar por el Altiplano en busca de cerebros, o reseñas, o intercambios académicos de ultramar.
Daño colateral
¡Somebody made a mistake!
¡Somebody made a fucking mistake!
Zombie Strippers
Todo experimento tiene efectos secundarios indeseables. No hay que olvidar que si algo nos ha enseñado el cine B es que todo brote zombie es producto de un experimento fallido. A pesar de todas las bondades que un ejercicio cotidiano de la crítica aporta al quehacer literario (no local, no estatal, no regional, ni nacional: la literatura es una), nos exponemos al peligro de que este ejercicio tenga como destinatario una población en donde el desinterés por la lectura es un vicio arraigado. Las mismas conversaciones de café a las que se ha hecho multi-mención en las notas en torno al ZAP Affaire ya están plagadas de personajes que dicen haber leído libros por el hecho de haber memorizado sus contraportadas, cuartas de forros y, en algunos casos, las reseñas de algunas revistas o blogs. Este mismo grupo, o gran parte del público no lector puede descartar la lectura de las obras criticadas bajo el pretexto de que los Zombies del Altiplano (las obras, recuerden, siempre hablamos de las obras) no son de su agrado, o ya han sido vituperados por los Praga Boys o cualquier otro grupo de avanzada. Tendríamos entonces un escenario de lectura y edición por eliminación, o peor, por omisión. Se perfilan ya algunos ejemplos de lo anterior en los comentarios dejados en varias de las notas concernientes al ZAP Affaire.
El enfoque Van Helsing: Matar una aberración a la vez.
Si se abordan demasiados temas y se intenta aglutinarlos a todos bajo el estandarte de la cruzada en contra del Zombie del Altiplano, se corre el riesgo de perder foco, de caer en otro de los vicios de viejo arraigo en nuestra ciudad (vaya, que deambular por el Altiplano impulsados por el hambre de carne humana, no es la única gracia que tenemos): opinar de todo y no avanzar en nada.
El planteamiento inicial es estimulante: Revisitar la obra local, concediéndole el privilegio de la lectura que sus contemporáneos le negaron. Obligar al autor a asumir responsabilidad sobre lo escrito y publicado. Abandonar la práctica del maquinal palmeo en la espalda, acompañado de una ausencia total de lectura a la obra de nuestros contemporáneos.
Atacar la ausencia de crítica en el estado con un ejercicio que no sólo genere en el autor criticado el interés por revisitar su propia obra y detectar en ella fortalezas que mantener y áreas de oportunidad que se deben trabajar en el futuro (Adán Brand utiliza el término “vergüenza” en una de sus notas, yo no estoy de acuerdo con él, no creo que esto deba tener como objetivo ir exigiendo vergüenzas y expiaciones). Yo quiero aferrarme a la idea de un ejercicio de crítica de que genere crítica posterior y de calidad creciente, ahora ya no sólo local sino un ejercicio crítico pleno y variado, desde y para Aguascalientes.
En contraposición al panorama antiguo, se aventuran felicitaciones y reivindicaciones gratuitas a proyectos como la revista Parteaguas y Primera Obra. La primera se pinta como la respuesta al embargo literario que se vivía en el estado. Como colaborador en dicha publicación, incluso como antiguo miembro de su consejo editorial, puedo aventurarme a decir que nunca ha estado en el interés de Parteaguas ser una revista “literaria”: no lo necesita, sus aspiraciones son otras. El que deje un espacio en sus páginas para participaciones literarias no la hace una respuesta a ningún embargo literario. Página 24 es un diario que tiene un suplemento semanal literario y eso no lo vuelve un periódico literario. La Jornada tiene un suplemento cultural, y otro filosófico, que no lo vuelven un periódico cultural o filosófico. Talleres sí era una revista literaria. Tierra Baldía aún es una revista literaria ¿Buenas? ¿Malas? Eso es tema de otra discusión.
Primera Obra tiene el gran mérito de abrir un espacio a autores que, de otro modo, no tendrían la oportunidad de mostrar su trabajo, y el mecanismo para que una obra sea seleccionada es abierto e incluyente (de lo cual no se podía presumir en el pasado, debo admitir). Pero un proceso incluyente nunca ha sido garantía de recibir trabajos de calidad, y el criterio con que un jurado elije una obra por sobre otras, por incomodo que resulte mencionarlo, puede incurrir en las mismas fallas y vicios humanos que el de un Consejo Editorial, por más cerrado y excluyente que éste último pudiera haber llegado a ser. Además, Adán Brand emplea, al referirse al jurado de Primera Obra, términos peligrosos como Old School, el cual aparece en su texto sin mediar mayor referente y, por tanto, sin otra utilidad que la acusación al aire. Ahora bien, y en el ánimo de retomar el proyecto inicialmente planteado por los Praga Boys, ¿qué relevancia tienen estos dos temas? Distracciones innecesarias. El Zombie avanza dos casillas.
Luego se cuestionó la pertinencia de la función del Centro de Investigaciones y Estudios Literarios de Aguascalientes. Sin ahondar en los recursos con los que cuenta dicho proyecto y las facilidades que brinda (sean utilizados o no, se hayan solicitado o no) se propone incluso un ingenioso cambio de nombre, que no es una solución al problema planteado (la producción en dicho centro de estudios lingüísticos y literarios “serios”) sino encajar el dedo hasta tocar el fondo de una llaga que indirectamente o directamente hemos causado todos aquellos que decimos tener un interés en la literatura. No olvidemos, por ejemplo, que los nativos que tienen la capacidad, las herramientas y el interés por llevar a cabo dichos estudios literarios “serios” están, sin falta, aprovechando la primera oportunidad para salir del estado y realizar dichos estudios colmados de seriedad en instituciones que, trampas de la historia, nunca han dado talleres para principiantes. ¿Ven lo fácil que es distraerse? Lo poco que se necesita para alejarnos de la idea con que lograron entusiasmarnos a más de uno. Doble seis en los dados. Avanza la ignorancia, digo, el Zombie.
Ahora lo que comienza a debatirse en los comentarios a la (afortunadamente) creciente cadena de artículos y notas sobre el asunto, lo que se comenta en las discusiones de café, en los salones virtuales de conversación y en las redes sociales son los criterios apropiados para la creación de un corpus literario local. De nuevo (hay personas que cargan con una maldición constante) una propuesta de Edilberto Aldán es malinterpretada: en un intento por plantear una guía, un pie de crítica para continuar con el ejercicio sano de diagnosticar el estado verdadero de la obra publicada en el estado, la discusión ha degenerado en quién merece o no, ser llamado escritor local. Las vestiduras comienzan a rasgarse, los egos a resquebrajarse, y los espectadores inocentes (¿existirá tal cosa?) comienzan a girar los ojos desempolvando las etiquetas de snob para poder pegarlas a nuestras espaldas a la primera oportunidad. Que si mi antología es mejor que las que mencionas. Que si los que sólo publican en revistas también son escritores. Que si un autor de Aguascalientes redacta su obra en un bosque desierto de la China y luego la entierra bajo una piedra en un cementerio polaco, también debe ser considerado escritor. Confusiones, distracciones, temas tangentes, pérdidas de tiempo.
De las ráfagas que han descargado las armas semiautomáticas de esta bienvenida guerrilla, me quedo con la siguiente de Aldo García Avila, en relación al ejercicio que están llevando acabo: “¿Es necesario? Claro que lo es, pues tratamos de averiguar cuál es el estado de salud, literariamente hablando, en el que se encuentra la literatura de nuestro Estado. Y habrá que leerlos. Y tendrán que leernos.”
Me sumo a las expectativas de Joel Grijalva quien, además de sus ocultos afanes de dominación mundial, aboga por que esto se convierta en una plática prolongada y fructífera. Si son lo suficientemente disciplinados para no ampliar la mira del cañón, si se mantiene una discusión como la que han generado hasta ahora, carente de descalificaciones y centrada en la obra, siempre en la obra, llegará el momento en que el tema sea válidamente agotado y puedan pasar a lo siguiente:
- ¿Recuerdas cuando despertamos al Zombie del Altiplano? – preguntará invadido de saudade Jorge “Mukarovsky” Terrones.
- ¡No hay tiempo para nostalgias! – le recriminará lúgubre José Ricardo “Jakobson” Pérez Ávila – ¡Ahora con todo contra Narrativas hispánicas!
- ¡Contra la Vampiro Catalán! – gritará Aldo “Damaso Alonso” García – ¡Al Pragamóvil!